Un día como hoy nacía el crucigrama y así fue su asombroso origen
El inventor de los crucigramas pudo haberse hecho rico, pero sus jefes en el periódico «New York World», hijos del memorable patrón de prensa Joseph Pulitzer, no vieron la necesidad de registrar comercialmente aquello. Gravísimo error.
Arthur Wynne era tan sólo unun emigrante inglés de Liverpool que llegó a Estados Unidos con veinte dólares y un violín, que trabajaba como periodista de un suplemento festivo que, con el nombre Fun, publicaba los domingos el New York World.
Su vida cambiaría un día, a principios de diciembre, cuando obligado a crear un nuevo pasatiempo, recordó una especie de rompecabezas de la era victoriana, el llamado Cuadrado Mágico, que su abuelo le había enseñado a resolver.
El Cuadrado Mágico era un juego infantil publicado a menudo en libros británicos de pasatiempos del siglo XIX, así como en periódicos americanos. Consistía en un grupo de palabras determinadas que habían de quedar dispuestas de modo que las letras se leyeran por igual vertical y horizontalmente. No presentaba ninguno de los intrincados dispositivos ni de los cuadros negros que Wynne introdujo en su juego. Y en tanto el Cuadrado Mágico daba al jugador las palabras necesarias, Wynne creó una lista de “claves” horizontales y verticales, desafiando al jugador a deducir de las definiciones las palabras adecuadas.
En la edición del 21 de diciembre del World, los lectores norteamericanos se encontraron ante la primera versión mundial de un crucigrama. Este pasatiempo dominical no se anunciaba como un nuevo invento, sino que era uno más entre un grupo variado de “ejercicios mentales” contenidos en el suplemento dominical. Y comparado con el nivel de los crucigramas actuales, el de Wynne era más que sencillo, puesto que sólo incluía palabras bien conocidas y sugeridas por unas claves clarísimas. Sin embargo, el juego captó la simpatía del público.
«Llena las casillas con palabras que concuerden con las siguientes definiciones». Así introdujo Wynne su primer crucigrama, presentado como «Cross Word Puzzle». Tenía forma de rombo, con una cruz interior vacía. En total eran 32 palabras, una de ellas repetida dos veces (paloma, definida en una ocasión como pájaro, y en otra como pichón), y varias eran un tanto rebuscadas.
Fue un éxito inmediato. Por aquel entonces Wynne tenía 43 años y los ocho siguientes se los pasaría como jefe de la nueva sección de Palabras Cruzadas. El «New York Times» consideró una pérdida de tiempo el invento de su competidor, pero en 1942 acabó también incluyendo crucigramas en sus páginas.
La práctica fue depurando el sistema. Sería Margaret Petherbridge, una secretaria del «World» que sustituyó a Wynne al frente de la sección, quien consolidaría la fórmula. Simplificó la numeración, optó por vocablos comunes y limitó el número de casillas negras. Petherbridge participó en 1924 en la edición del primer libro recopilatorio de crucigramas, que en apenas unos meses vendió 400.00 copias. Siguieron otros dos libros, de los que en dos años se vendieron dos millones de ejemplares.
En ocasiones se cita como antecedentes del crucigrama los juegos con palíndromos (palabras o frase que se leen igual hacia delante que hacia atrás), ya conocidos por los romanos, así como un par de variantes sencillas aparecidas en la segunda mitad del siglo XIX, pero la aportación de Wynne es la que origina el crucigrama popularizado por los periódicos.
En la década de 1920 el pasatiempo se extendió enormemente en Estados Unidos, al punto que no había periódico estadounidense que no los ofreciera a sus lectores. . En Broadway se estrenó la obra «Puzzles of 1925», en la que los aficionados a las palabras cruzadas eran presentados como pacientes de un sanatorio. Los trenes ponían diccionarios en los vagones para uso de los pasajeros y la Biblioteca Pública de Los Angeles limitó su tiempo de uso, dada la demanda de los mismos. El Departamento de Salud de Chicago declaró que resolver crucigramas era bueno para la salud y la felicidad. Son casos mencionados por Merl Reagle, actual autor de los crucigramas de la revista dominical del «Washington Post», que se ha ocupado en desvelar algunos datos de la vida de Wynne.
Del rotativo saltó a los libros, y en 1924 la casa editorial Simmon & Schuster sacaba el primer libro de crucigramas al mercado.
Tal fue el favor y acogida de este tipo de juego intelectual o pasatiempo culto que aquel mismo año los cuadernillos y libros de crucigramas alcanzaban las listas de los best-sellers.
Ello llevó consigo el incremento en ventas de todo tipo de diccionarios. Incluso aparecieron los vocabularios o listas de “palabras de crucigramas” para ayudar a su solución, ya que cada vez se fueron haciendo más complicados.
Competían unas revistas con otras, organizándose concursos, premios y todo tipo de incentivos para quien fuera capaz de resolver el crucigrama de la revista, periódico o publicación en cuestión.
Lectores obsesionados
El invento tuvo que luchar en el «New York World» contra la resistencia de los linotipistas del taller de impresión, pues crear con plomo formas geométricas con casillas era un incordio. En ocasiones directamente boicoteaban los crucigramas, escogiendo tipos de letra tan pequeños que difícilmente se podían leer u omitiéndolos completamente alegando las prisas del cierre.
Reagle cuenta otras anécdotas de cuando los crucigramas eran noticia. Como una mujer de Cleveland que logró el divorcio porque su marido estaba obsesionado con el pasatiempo, o un camarero que dejó un crucigrama explicando el motivo de su suicidio y la Policía no pudo resolverlo.
Los sociólogos de la época hablaron de la “crucigramanía”, afición obsesiva que influyó incluso en la caída de venta de mazos de cartas o naipes para hacer solitarios. La gente prefería ahora pasar el tiempo haciendo crucigramas.
El número de quienes cultivaron el pasatiempo creció tanto, que antes de 1930 había crucigramas en todos los idiomas, en todos menos en aquellos donde la peculiaridad de sus alfabetos no lo permitía, como el chino o el japonés.
Fue asimismo un instrumento educativo, y muchos profesores de idiomas, incluso de lenguas como el latín y el griego, echaron mano de él a la vez que recomendaban su práctica para incrementar el vocabulario personal e ir conociendo de esa divertida manera más y mejor el idioma propio.
Durante la década de 1930, saltó al mundo de la moda: zapatos, vestidos, corbatas, joyas y bolsos de señora y una amplia lista de cosas se adornaban con motivos procedentes del ámbito del crucigrama.
Se inspiraban en él como motivo todo tipo de pavimentaciones, azulejería y mobiliario. Su éxito fue en aumento hasta hoy, en que se cuenta entre las más populares formas de llenar los momentos de ocio que da el tren, el autobús y el metro.
Hijos de este juego de inteligencia y competencia lingüística sería el criscross, inventado en 1931, por Alfred M. Butts, en el que los participantes tenían que componer una especie de crucigrama sobre un cartón con la ayuda de letras de madera.
Pasatiempo que a su vez generó el juego del scrabble en 1948, idea del también norteamericano James Brunot.
En cualquier caso, es un pasatiempo o juego que nos acompaña desde hace más de un siglo y ni siquiera las nuevas tecnologías han podido disminuir su afición, más bien todo lo contrario.
Maria Vittori