Cómo votan los astronautas y otras rarezas de las elecciones de EE.UU.
Los estadounidenses se acercan al final de lo que fue un muy inusual año electoral. Pero las elecciones en Estados Unidos que culminarán este martes 8 de noviembre no sólo han sido extrañas por las particularidades de sus candidatos principales, Donald Trump y Hillary Clinton.
También es un proceso que tiene sus rarezas por mérito propio. En esta nota les compartimos nueve de ellas.
1. La prohibición para agnósticos
EE.UU. mantiene la separación de la iglesia y el Estado, pero algunas partes del país intentan eludirla exigiéndoles a los candidatos que al menos sean creyentes.
En Texas, por ejemplo, a cualquiera que aspire a un cargo estatal se le exige «reconocer la existencia de un ser supremo», tal como se refleja en la Constitución de ese estado. En Tennessee existe una ley similar, que prohíbe a cualquiera que niegue la existencia de un ser supremo ocupar un cargo en el departamento civil del estado. Y Carolina del Sur, Carolina del Norte, Misisipi, Maryland y Arkansas siguen el mismo ejemplo.
2. La tradición de los adhesivos electorales
No está claro cuándo se puso de moda, pero en EE.UU. muchos votantes suelen lucir una pegatina que dice «I voted» (Yo voté) tras pasar por las urnas.
National Campaign Supply, una empresa con base en Florida, reivindica que fue ella la que diseñó el adhesivo original. De hecho, empezó a imprimirlo en 1986.
Pero ahora incluso algunos de los estados y condados diseñan sus propias pegatinas electorales.
En Georgia, por ejemplo, los votantes reciben una con forma de melocotón, como guiño al apodo del estado y a su fruta oficial. Y otros estados, como Chicago, las han eliminado completamente, debido al costo que supone producirlas.
Los expertos sugieren en que estos adhesivos jugarían un papel psicológico, animando a los votantes a acudir a las urnas. Un estudio publicado en mayo en conjunto por las universidades de Harvard, Berkeley y Chicago y la National Bureau of Economic Research, una organización dedicada a promover un mayor entendimiento del funcionamiento de la economía, concluía que la muchos ciudadanos votaron para poder decir a otros que lo hicieron.
3. Los límites al tiempo para votar
En Indiana, los ciudadanos no pueden tardar más de tres minutos en votar en las primarias y no más de dos durante las elecciones municipales y generales.
Ese es el tiempo máximo que pueden pasar dentro de la cabina en el centro electoral. Así lo señalan las normas, pero para sacar a un elector que se resiste a cumplirlas de la cabina implicaría que uno de los encargados de la mesa electoral abandone su puesto.
Así lo explica la codirectora de la División Electoral de Indiana, Angela Nussmeyer, quien reconoce que la norma apenas se aplica.
El código electoral de Alabama concede a los electores cuatro minutos para votar. Si no lo han hecho en ese tiempo, un empleado electoral les preguntará si necesitan ayuda. Si necesitan asistencia, se les concederán otros cinco minutos para terminar la tarea. Y si no la requieren, sólo podrán tardar un minuto más.
Eso, siempre que haya gente haciendo cola para votar. Si no, no se les controla el tiempo.
4. Los «idiotas» que no pueden votar
La Constitución de Kentucky prohíbe que los «idiotas y las personas locas» emitan el voto. Y es un juez el que determina si alguien cumple con esas características y, por tanto, no es competente para votar.
En las constituciones de Ohio, Nuevo México y Misisipi también son comunes esos términos, y hacen referencia a las personas con discapacidades mentales.
«Ningún idiota o persona loca tendrá derecho a los privilegios de un elector», reza el artículo 5 de la Constitución de Ohio.
Sin embargo, en este caso es un tribunal el que debe declarar a un ciudadano incompetente para votar en el estado.
En Misisipi funciona de la misma manera, explica la secretaria de comunicaciones del estado.
Pero la ley federal contradice estas normas estatales, ya que permite a los ciudadanos con discapacidad mental votar incluso si están bajo tutela o si reciben atención asistida, de acuerdo a la Alianza Nacional para las Enfermedades Mentales.
Estas personas tienen el derecho a recibir ayuda de familiares, amigos o cuidadores para poder votar, señala la normativa federal.
5. La posibilidad de votar más de una vez
Al menos siete estados permiten explícitamente a los ciudadanos cambiar su voto si lo emitieron antes del día de las elecciones.
Y como este año el 40% de los electores habrán votado antes del 8 de noviembre, esas leyes estatales han estado en el punto de mira de las campañas.
Así, el republicano Donald Trump insistió a los ciudadanos de Wisconsin que este martes pueden volver a votar si lo hicieron por su rival, la demócrata Hillary Clinton, y «sienten remordimiento».
Wisconsin permite cambiar de opción hasta tres veces antes de que el voto se vuelva oficial el día de las elecciones.
Es un proceso que consume mucho tiempo y esfuerzo, reconoció Pam Ubrig, secretaria de la municipalidad de Oshkosh, una ciudad del condado de Winnebago, Wisconsin.
Minnesota, Pennsylvania, Nueva York, Connnecticut y Misisipi están entre los estados que permiten cambiar el voto.
6. El extraño plan de los cachorros electorales
NextGen Climate, un grupo político enfocado en la lucha contra el cambio climático, planea llevar cachorros a los centros de votación de Iowa, Carolina del Norte, Pensilvania, Nevada y Nueva Hampshire. La intención es atraer a las urnas a los votantes jóvenes, dice el grupo.
Se le ocurrió la idea cuando se dieron cuenta de que la participación en aquellos centros electorales en los que los voluntarios había llevado cachorros era considerablemente mayor, informa el medio económico Business Insider.
Con el mismo objetivo de captar la atención de los más jóvenes, NextGen ha utilizado antes apps como Pokemon Go y Tinder.
7. La prohibición de los duelos
Puede sonar a anticuado retar a alguien a un duelo, pero cualquiera que lo haga no podrá optar a una candidatura estatal en Tennessee.
Y si alguien que ya es funcionario participa en un duelo, será castigado y se le revocará el cargo.
8. El voto desde el espacio
En 1997, los legisladores de Texas aprobaron un proyecto de ley, firmado por el entonces gobernador George W. Bush, que daba luz verde a creación de un mecanismo técnico para que los astronautas votaran desde el espacio.
Desde entonces, los astronautas reciben la papeleta electoral por correo electrónico, protegida de tal manera que sólo se puede acceder a ella con los credenciales individuales.
Así lo explica la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA).
La boleta la envía por satélite el Centro de Control de Misiones del Centro Espacial Johnson de la NASA y una vez completada, la recibe por la misma vía y la remite por correo a la Oficina de la Secretaría del Condado.
La astronauta Kate Rubins, quien regresó a la Tierra el 30 de octubre, ya votó desde el espacio, mientras Shane Kimbrough pretende hacerlo desde la Estación Espacial Internacional.
9. La libertad para escoger el libro sobre el que jurar el cargo
La Constitución de EE.UU. no especifica que el presidente deba jurar su cargo posando una mano sobre la Biblia.
Fue George Washington quien comenzó esa tradición, cuando en 1789 llevó su Biblia masónica a la ceremonia. Otros presidentes optaron por Biblias simbólicas de las que subrayaron párrafos para leerlos durante el juramento.
«Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe», leyó Franklin Roosevelt las cuatro veces que le tocó jurar el cargo. Es un fragmento del libro de los Corintios.
Por su parte, Barack Obama, la segunda vez que juró el cargo, en 2013, lo hizo posando su mano sobre la Biblia de Abraham Lincoln, para conmemorar el 150 aniversario de la Proclamación de Emancipación con la que en 1863 anunció que todos los esclavos de los estados confederados serían liberados.
Y también llevó la Biblia que Martin Luther King tenía siempre consigo para rememorar el 50 aniversario de la marcha por los derechos civiles.
Pero no todos usan Biblias.
John Quincy Adams utilizó un libro de derecho para jurar su cargo en 1825 y Theodore Roosevelt optó por no llevar ningún libro a su primera juramentación, en 1902.
FUENTE: BBC