¿Por qué el río Danubio ya no es azul?
Danubio tan azul, tan bello y azul, a través del valle y el campo se desplaza hacia abajo, cantan los coros en el vals que Johann Strauss hijo estrenó por primera vez un 13 de febrero de 1867. En aquella época, sin duda alguna, el río Danubio se veía tan hermoso y limpio como para inspirar el que, extraoficialmente, es considerado como el segundo himno austriaco. Pero hoy los colores que nos exhibe el segundo río más largo de Europa nos evocan otra imagen mental muy distinta, que relega al ese “tan bello y azul” Danubio a un marco de melancolía y nostalgia de 155 años de antigüedad.
La industrialización intensiva, así como las actividades agrícolas y ganaderas igualmente intensivas a lo largo del cauce de este icónico río, como ha sucedido con muchos otros ríos en Europa, ha tenido como consecuencia un aumento en los contaminantes de sus aguas. A lo largo del último siglo y medio, el Danubio ha recibido aguas residuales sin tratar, sobre todo a su paso por las grandes ciudades como Viena, Bratislava, Belgrado o Budapest. Otras ciudades europeas también han hecho su contaminante aportación al Danubio desde sus afluentes, como hace la ciudad de Sofía desde el río Isker, o Bucarest desde el Dâmbovița, a través del río Arges.
Entre los residuos industriales que, principalmente, durante el siglo XX, se han ido vertiendo a las aguas del gran río, destacan los metales pesados como el cadmio, el plomo, o el hierro. Estos contaminantes entran a las cadenas tróficas de los ecosistemas, y se acumulan en los tejidos de los animales que viven en sus aguas. Y tanto es así, que los análisis realizados sobre estos animales muestran unos niveles de metales pesados que exceden la concentración máxima que la Unión Europea considera como “aceptable” para el consumo. Es decir, que acumulan tantos contaminantes que ni siquiera se pueden comer. Estas altas concentraciones de metales pesados además, presentan lo que llamamos genotoxicidad, esto es, que causan daño al material genético.
Pero no solo los residuos industriales son los responsables. En muchos de los lugares que el gran río Danubio atraviesa, ni siquiera existe un sistema de procesamiento de aguas residuales de origen doméstico. Lo que se va por los desagües de las casas termina, en muchos casos, en el mismo río como los residuos de la ganadería y la agricultura, aumentando la cantidad de materia orgánica en descomposición y nutrientes inorgánicos —como fosfatos y nitratos—, y alterando con ello los ecosistemas acuáticos. Se produce un efecto que denominamos “eutrofización”, que coloquialmente se conoce como “la sopa verde”.
El Danubio y su ‘sopa verde’
En este proceso, los abundantes nutrientes favorecen la proliferación de algas que enturbian el agua e impide que la luz solar llegue a las partes profundas. Allí, las plantas dejan de fotosintetizar, mueren y se descomponen. En el fondo se termina agotando el oxígeno, y el ecosistema en su conjunto se vuelve inhóspito para los animales que antaño viviesen allí. En el caso de los ríos en general, como son masas de agua que se mueven y renuevan, estos efectos quedan más diluidos que en lagunas y otros humedales. Pero en algunas épocas del año, la eutrofización es un grave problema para el Danubio, especialmente en el tramo más bajo, donde las corrientes son mucho más lentas.
Sin embargo, hay algo más que, especialmente en las últimas décadas, ha convertido al Danubio en un lienzo policromático. Se trata del plástico. Se estima que el gran río proporciona al Mar Negro más de cuatro toneladas de plásticos al día. De nuevo son las industrias las que más están aportando a este nuevo problema; casi el 80 % de los plásticos que discurren por él tienen origen industrial. A tal punto esto puede ser un problema, que en algunos momentos ha habido en las aguas del Danubio más cantidad de partículas de plástico que de alevines de peces.
Danubio tan azul, tan bello y azul, a través del valle y el campo se desplaza hacia abajo, cantaban los coros en el vals de Strauss. Cómo iba a saber él que, siglo y medio después de producir su mayor obra, ese tan bello azul estaría desleído por los metales pesados, verdoso por la eutrofización y desteñido por los plásticos.
Una contaminación que la humanidad ha ido echando, y que a través del valle y el campo se desplaza hacia abajo.