El origen de la tradicional última comida de los presos antes de morir ejecutados
Con la última comida o el último desayuno, nos referimos al ritual habitual que precede a la ejecución de un preso en el corredor de la muerte. No siempre fue así y, como veremos, el sentido figurado que le damos, como un acto de compasión, poco o nada tenía que ver en el pasado.
Desayuno, almuerzo o cena, incluso un chupito de ron, quizás para ahogar las penas antes de la ejecución. Lo cierto es que la mayoría de los reos en el planeta concluyen sus sentencias enteras comiendo lo que proporciona la cocina de la prisión, y además sin ningún tipo de opción a elegir.
Sin embargo y tradicionalmente, a los condenados a muerte se les permite elegir su comida final. En Inglaterra no siempre fue así, a los condenados a muerte de principios del siglo XX se les ofrecía un último desayuno. En la antigua Francia, unos minutos antes de la ejecución tenían un pequeño trago de ron.
Hoy, en Estados Unidos, país donde muchos de sus estados mantienen la pena de muerte, es normal ver en los periódicos la última cena de los prisioneros. Con un pequeño detalle en el país, allí las autoridades decidieron que esa “última comida” pasase a llamarse la “comida especial”, aplazando así los posibles (y crueles) sentimientos del que se sabe que se aproxima su muerte.
Cuando hablamos de este ritual o tradición no hay que confundirlo con una norma. No existe ley alguna que autorice a los prisioneros a elegir una comida que no sea la estándar de la cárcel, por tanto, es más bien un privilegio, nunca un derecho. También es mucho más que un gesto amable.
Pensemos que, salvo acción legal de última hora, la última comida de un prisionero suele ser la última oportunidad de controlar cualquier cosa que suceda en sus últimas horas. De hecho, en las ejecuciones modernas generalmente se llevan a cabo de acuerdo con horarios y reglas muy estrictas.
Volviendo a Estados Unidos y como ejemplo para entender este último privilegio, un prisionero puede pasarse décadas entre la sentencia y la ejecución, de ahí que esa última libertad de elección pueda ser tan importante para ellos.
La última comida como un símbolo religioso
Siendo la ejecución un símbolo sombrío desde la antigüedad, la última comida se convirtió en mucho más que un hecho simbólico en la Europa Medieval. Muy al contrario que en la actualidad, su significado no tenía nada que ver con ofrecer un privilegio al preso. El acto se mezclaba con la religión bajo una imagen mental ineludible, la de la Última Cena de Cristo.
De esta forma, se simbolizaba al propio prisionero haciendo las paces con sus verdugos (como Cristo invitando a Judas en “su” cena). Hoy la religión sigue muy vigente, por ejemplo en el estado sureño de Luisiana, donde el alcaide invita a los presos a comer con él su última “cena” ofreciendo una confesión cristiana “en condiciones”. Eso sí, el preso no tiene por qué aceptar.
De la religión pasamos a la superstición (o no, según se mire), la cual también tuvo un papel importante. Posiblemente estamos ante uno de los orígenes más extraños de cuantos se dieron con las “comidas”. En la Europa medieval muchos creían que un prisionero bien alimentado podía ser ejecutado sin problemas, es decir, sin el temor al regreso de su fantasma.
No sólo eso, también se creía que la calidad de la última comida influía en la probabilidad de que es “espectro” apareciera. Por tanto, si la comida y la bebida eran buenas, los prisioneros serían menos propensos a perseguir a sus verdugos desde la “otra vida”. En cambio, si las comidas eran malas como el demonio, entonces regresarían como espíritus dispuestos a atormentar al verdugo de turno.
La última comida según el sitio y la época
En el año 1924 se introducía la última comida en Texas, lo hacía a la misma vez que se reemplazaba la horca por la silla eléctrica, momento de la historia de Texas donde también el Estado pasaba a hacerse cargo de las ejecuciones de los condados. Es curioso, ya que actualmente el estado ya no permite las últimas comidas, los presos condenados reciben la estándar antes de la ejecución.
Es muy diferente a lo que ocurre en Florida, por ejemplo. Allí un preso tiene hasta un presupuesto de 40 dólares para el último manjar, Oklahoma por su parte ofrece hasta 15 dólares. Nueva York, cuya última ejecución tuvo lugar en 1963 (abolió la pena poco después), permitía elegir la cena que quisiese el preso (incluyendo cigarrillos si así lo deseaba).
¿Y alcohol? El alcohol también ha formado parte de esta “liturgia” de la última comida, aunque generalmente como algo a ofrecer justo antes de la ejecución. Así lo hacían en Francia, como decíamos al comienzo, y tenía cierto sentido compasivo hacia el preso. La idea consistía en que beber alcohol calmaría los nervios del reo en sus momentos finales, además de hacerlo más cooperativo (muchos presos pierden la cordura antes de ser ejecutados).
¿Y qué suelen pedir los presos en su última comida? Como podemos imaginar, hay de todo. El asesino en serie Charles Peace (1829) desayunó huevos y tocino. El denominado como Carnicero de Hannover, Fritz Haarmann (1925), pidió únicamente un cigarro y una taza de café antes de ser decapitado por la guillotina.
El infame oficial nazi y triste protagonista del Holocausto, Adolf Eichmann, murió ejecutado en 1999 por inyección letal en Israel. Eichmann rechazó una comida especial, prefiriendo una botella de vino, queso y aceitunas.
Sadam Hussein murió colgado en el 2006 y pidió shawarma de pollo y arroz junto a un cigarro. Por último, Ted Bundy, el popularizado asesino en serie, fue ejecutado en Florida en 1989. Bundy declinó una comida especial, aunque se le dio, aunque no comió, un bistec (poco hecho).