La «dieta occidental» daña tu cerebro y te hace comer más
¿Comés sólo cuando estás realmente hambriento? Muchos de nosotros comemos incluso cuando nuestros cuerpos no necesitan alimentos. Sólo la idea de la comida nos invita a comer. Pensamos en los alimentos cuando vemos a otras personas comiendo, cuando pasamos por nuestro restaurante favorito de comida rápida, cuando vemos un aperitivo delicioso o cuando pasamos convenientemente cerca de una tienda de comida deliciosa. Además, somos el blanco de sofisticadas técnicas publicitarias diseñadas para mantener nuestros pensamientos en los alimentos y en los placeres de comer casi constantemente.
Obviamente comer en exceso alimentos no saludables puede provocar sobrepeso. Pero mirando más allá de los efectos directos sobre la creciente obesidad, los estudios de laboratorio confirman que mucho del funcionamiento mental se relaciona con la dieta. “Hemos encontrado un enlace preocupante entre una dieta rica en grasas común en Occidente y dolencias relacionadas con el cerebro, que en realidad puede afectar nuestra capacidad para evitar comer en exceso”, asegura en un informe el portal de investigadores “The Conversation”.
Más y más gordos
Muchos científicos creen que los factores sociales, como la publicidad, se han combinado para crear un ambiente en que las tentaciones para comer han desbordado la capacidad biológica natural de nuestro cuerpo para controlar qué y cuánto consumimos. El resultado es que en los Estados Unidos, dos tercios de los adultos, y más de un tercio de los niños y adolescentes, tienen sobrepeso o son obesos. Esta tendencia se está extendiendo a otros países de todo el mundo. Peor aún, las enfermedades que se asocian con el exceso de peso -como la diabetes, presión arterial alta y problemas del corazón- también son cada vez más frecuentes.
El núcleo del problema es el hecho de que muchos de los alimentos que resultan irresistibles no son saludables. Algunos de los alimentos más atractivos y populares de nuestro entorno actual contienen altas cantidades de grasas saturadas. Los niveles más altos se encuentran en las carnes rojas y productos lácteos como los helados y la manteca. Este tipo de dieta es consumida por tantas personas en los EE.UU. y otras sociedades occidentales que a menudo se conoce como la «dieta occidental». No es de extrañar que la obesidad se haya convertido en un problema.
Más allá de vientres y cerebros
En los últimos años muchos científicos han advertido que el consumo de la «dieta occidental» junto al aumento excesivo del peso corporal, puede tener efectos nocivos sobre los cerebros tanto humanos como animales. Por ejemplo, algunas investigaciones sugieren que los adultos de mediana edad con sobrepeso y obesos tienen un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencias cognitivos en la edad avanzada, en comparación con las personas de peso normal. Los resultados de otros estudios sugieren que incluso los niños de tan sólo siete años de edad pueden sufrir ciertos tipos de problemas de memoria como consecuencia del consumo excesivo de una dieta occidental y la acumulación de exceso de grasa corporal.
Mucha de la información sobre la naturaleza de los efectos de las dietas occidentales en el cerebro proviene de estudios con ratas y ratones. Varias investigaciones han demostrado repetidamente que la alimentación de ratas con una dieta rica en niveles de grasas saturadas y azúcar, igual a la dieta humana occidental, debilita la barrera hematoencefálica (BBB, por sus siglas en inglés). La barrera hematoencefálica es un sistema de células y membranas que forman uniones estrechas para impedir que los agentes nocivos que circulan en el torrente sanguíneo entren en el cerebro. Las ratas alimentadas con dicha dieta confirmaron el debilitamiento de la barrera, por lo que sus cerebros quedaron expuestos a las sustancias potencialmente dañinas.
Para determinar qué áreas del cerebro son más vulnerables a los efectos nocivos de una debilitación de la barrera, los investigadores infundieron una pequeña cantidad de líquido de contraste en el torrente sanguíneo en las ratas para observar las áreas del cerebro donde el colorante se acumularía. En las ratas con sobrepeso, alimentadas con una dieta de estilo occidental, el colorante se acumuló principalmente en el hipocampo, una parte de la estructura cerebral relacionada con importantes funciones del aprendizaje y la memoria. Como respuesta a la acumulación la sustancia intrusa, el hipocampo se inflamó y presentó cambios en su actividad electroquímica. Las ratas que sufrieron estas consecuencias también mostraron déficit en su capacidad de utilizar ciertos tipos de información procesada por el hipocampo.
Un círculo vicioso
¿Estos efectos tienen algo que ver con nuestra inhabilidad para resistirnos a comer alimentos ricos en azúcar y grasas saturadas? Los científicos creen que sí. Un tipo de información que es procesada por el hipocampo toma la forma de señales fisiológicas internas sobre la necesidad de los alimentos. Las ratas y las personas que hayan sufrido daños en sus hipocampos parecen tener dificultades para usar esas señales internas para decidir si se sienten satisfechos o no con la comida y la bebida. Y en presencia de poderosas señales en el ambiente que inciten a comer, una habilidad reducida para usar la información de nuestro cuerpo, que nos dice si necesitamos comida o no, puede llevar a comer de más.
El resultado podría ser un círculo vicioso en el que comer una dieta occidental produce disfunción del hipocampo, que debilita a su vez la capacidad de utilizar las señales internas para contrarrestar el deseo de comer provocado por señales del entorno. Esto podría llevar al aumento del consumo de la nociva dieta occidental, debido al progresivo deterioro de la función del hipocampo. A medida que el hipocampo se deteriore, la gravedad y el alcance del déficit de aprendizaje y memoria también aumentarán. El resultado podría ser no sólo la obesidad, sino también el deterioro cognitivo, que es más grave aún.
Cómo romper este círculo vicioso es un tema importante de investigación. Tal vez la respuesta sea encontrar formas de proteger y fortalecer la barrera hematoencefálica contra los malos efectos de la dieta occidental. O encontrar la forma de hacer que la dieta occidental sea menos perjudicial. Pero hasta que se encuentren otras respuestas, la única protección que tenemos es saber que una ingesta excesiva de una dieta rica en grasas saturadas y azúcares puede hacerle mucho daño a nuestro bienestar físico y mental.