El origen de los Idus de marzo, el día que cambió la historia de occidente
Que Julio César fuera asesinado en los Idus de marzo del año 44 a.C. es paradójico, en tanto, se trataba de uno de esos días considerados de buen augurio en el calendario romano. Los idus tenían lugar los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre, y los días 13 del resto de los meses del año. La importancia de este día de buena suerte del mes consagrado al dios Marte estaba en que, según el calendario romano anterior al juliano, era el primer mes del año y el arranque de todo.
Los idus de marzo correspondía a los días de la primera luna llena del año nuevo, en los calendarios más antiguos, y conservaban sus propios rituales. Si bien en los idus de cada mes el sumo sacerdote de Júpiter sacrificaba ovejas ese día en el Arx ; para los días de buen augurio de marzo se celebraba además la Fiesta de Anna Perenna , cuya festividad originalmente concluía con los festejos por el nuevo año. Una festividad enormemente popular, con comidas en el campo, bebida y mucha diversión.
En tiempos de Julio César los idus de marzo seguían contando con un fuerte componente simbólico y era un día de buenas noticias. Según el escritor griego Plutarco , César habría sido advertido de que su vida peligraba en tan particular jornada, ante lo que el dictador descartó el riesgo:
«Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado , Julio César encontró al vidente y riendo le dijo: “Los idus de marzo ya han llegado”; a lo que el vidente contestó compasivamente: “Sí, pero aún no han acabado”».
La muerte del dictador en el Senado está considerado el punto de inflexión en la historia de la Antigua Roma, marcando la transición del período histórico conocido como República Romana al Imperio Romano. De ahí la importancia cultural de la referencia a los Idus. William Shakespeare haría famosa la frase nunca pronunciada, «¡Cuídate de los idus de marzo!» (Beware of the ides of March , en su versión anglosajona original), en su obra de teatro «Julio César», de 1599. Aquí se recrea de forma mitificada la conspiración que acabó con el asesinato del mandatario.
En 2011, el estreno de la película « Los idus de marzo » protagonizada y dirigida por George Clooney volvió a desempolvar esta expresión.
El sangriento asesinato de Julio César
Casca apuñala en la nuca a Julio César , mientras los otros le secundan en la acción incluido Bruto. César dice en ese momento: «Et tu, Bruté?», lo cual se traduce en «¿Y tú, Bruto?» (¿También tú, Bruto?). Así escenifica William Shakespeare –inspirado en la versión del historiador Suetonio – la muerte del dictador romano y la puñalada final de Marco Junio Bruto , hijo de Servilia (amante de César), en una de sus obras trágicas más famosas. Sin embargo, cualquiera parecido con la realidad es pura coincidencia. Después de recibir 23 heridas, aunque paradójicamente solo una de ellas resultó mortal, parece poco probable que todavía tuviera fuerzas para lanzar una cita tan teatral. Al contrario, César consiguió defenderse durante unos segundos e hirió a Bruto en el muslo con un punzón. Herido de muerte, se cubrió la cara con su túnica en un último intento por dignificar su apariencia.
La cuenta de Twitter @antigua_roma (dedicada a la divulgación de los hechos significativos de la Antigua Roma ) se ha propuesto contar de una forma diferente y original la auténtica muerte de Julio César, narrando los detalles de la conjura contra el dictador y los lugares que pisó el Divino Julio en su último día sobre la faz de la tierra. «Desde hace un tiempo hemos incluido en nuestra cuenta retransmisiones en vídeos en lugares históricos. Los Idus de Marzo siempre es un día importante y queríamos hacer algo especial este año», explica Néstor F. Marqués , principal responsable del proyecto divulgativo que ya lleva cinco años presente en redes sociales. Para dar más vivacidad a la retransmisión, este joven arqueólogo cubrirá las actividades conmemorativas que organiza cada año Roma, resistente a olvidar dos milenios después a su dictador.
«Se escenifica el asesinato en las proximidades de donde ocurrió (en el Área Sacra de Largo Argentina , junto a la Curia de Pompeyo ) y luego se celebra una suerte de funeral. Hay muchos romanos que dejan flores en los días siguientes», apunta F. Marqués .
Camino a la dictadura
Nacido el 13 de julio del año 100 a. C, Cayo Julio César tuvo una carrera política mucho más convencional de lo que tradicionalmente se ha considerado. Tras la muerte del dictador Sila, que recelaba de Julio César por sus lazos familiares con Cayo Mario, el joven patricio ejerció por un tiempo la abogacía y fue pasando por distintos cargos políticos. En 70 a.C., César sirvió como cuestor en la provincia de Hispania y luego como edil curul en Roma. Dado a endeudarse para ganarse la simpatías del pueblo, la generosidad de Julio César se hizo famosa en la ciudad y le permitió en 63 a.C. ser elegido praetor urbanus al obtener más votos que el resto de candidatos a la pretura.
Su carrera política, no en vano, dio un salto definitivo cuando fue elegido cónsul gracias al apoyo de dos poderosos aliados políticos – Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso –, los hombres con los que César formó el llamado Primer Triunvirato . Al terminar el consulado, fue designado procónsul de las provincias de Galia Transalpina, Iliria y Galia Cisalpina, desde donde regresó convertido en un gran héroe militar y en el dominador de los pueblos galos.
La muerte de Craso en una desastrosa campaña contra el Imperio parto hizo añicos el Triunvirato y enfrentó a Pompeyo contra César. Tras una guerra civil que duró cuatro años, César volvió victorioso a Roma a finales de julio del año 46 a. C. La victoria total de su facción dotó a César de un poder enorme y el Senado se apresuró a legitimar su posición nombrándolo dictador por tercera vez en el año 46 a. C. por un plazo sin precedentes de diez años.
La benevolencia mostrada por el dictador, que no solo perdonó la vida a la mayoría de los senadores que se habían enfrentado contra él durante la guerra, sino que incluso les otorgó puestos políticos, se reveló con el tiempo como un error político de bulto. La mayoría de los 60 senadores implicados en su asesinato habían sido amnistiados previamente por el dictador.
Pero más allá de los asuntos políticos, que tenían como trasfondo la lucha entre distintas familias de la aristocracia, el asesinato del dictador escondía un factor simbólico. Julio César decía descender de los Reyes de Alba Longa –una ciudad absorbida por Roma poco después de su fundación– y solía vestir por esta razón con una túnica de mangas largas y botas de media caña de cuero rojo. Por su parte, Bruto pertenecía a la estirpe de Lucio Junio Bruto , que en torno al año 509 a.C. acabó con el último rey de Roma , Tarquinio «El Soberbio», aunque ciertamente entre muchos de sus contemporáneos había dudas de que la afirmación fuera cierta.
La imagen de un grupo de senadores poniendo fin al dictador que aspiraba, supuestamente, a convertirse en rey, el tirano, impulsó a los conspiradores más dubitativos a participar en el magnicidio.
El día del magnicidio: «¡Cuídate de los idus!»
Como explica Adrian Goldsworthy en su biografía de Julio César, el día previo al asesinato, la esposa del dictador, Calpurnia Pisonis , tuvo una pesadilla donde advirtió el asesinato de su marido. Dado que Calpurnia no era dada a supersticiones, se dice que el dictador aceptó quedarse en casa y envió un mensaje al Senado para informarles de que la mala salud le impedía abandonar su casa para llevar a cabo ningún asunto público. Sin embargo, Décimo Bruto –otro de los conspiradores– consiguió convencer finalmente a César de que acudiera a la cámara, ya que en pocos días iba a ausentarse del país y debía dejar los asuntos políticos convenientemente atados. También se ha considerado, según la tradición, que el profesor de griego Artemidoro entregó un manuscrito a César a la puerta del Senado avisándole de la conspiración, pero éste no llegó a abrirlo a tiempo.
Hasta principios del año 44 a.C. César había contado, además, con la protección de una escolta de auxiliares hispanos, a los que había licenciado como demostración de normalidad política en cuanto el Senado aprobó prestarle un juramento de lealtad. El 15 de marzo (día de buenos augurios según la tradición romana) acudió al Senado sin más protección que la compañía de sus colaboradores más cercanos. Una vez dentro del edificio público, los conspiradores se encargaron de llevarse a Marco Antonio a un lugar apartado. Los asesinos eran conscientes de que el lugarteniente de César era un hombre corpulento y dado a arranques de ira.
Antes de que diera comienzo la reunión senatorial, los conspiradores se apiñaron en torno al dictador fingiendo pedirle distintos favores. Lucio Tilio Címber , que había servido a las órdenes del César, le reclamó que perdonara a un hermano suyo que se encontraba en el exilio. Mientras el dictador romano trataba de calmar al grupo, Címber tiró de la toga de César y mostró su hombro desnudo: era la señal acordada. Casca sacó su daga y le apuñaló, pero solo fue capaz de arañar el cuello del dictador. Según algunas versiones, César agarró los brazos de Casca y forcejeó con él intentando desviar la daga.
El general romano no solo se defendió por unos segundos de los ataques, sino que fue capaz de sacar un afilado estilo (un punzón) y herir a varios hombres, al menos a dos, incluido a Bruto en un muslo. Tras el ataque de Casio, los otros conjurados se unieron a la lucha propinando a César numerosas estocadas y tajos. Solo dos senadores de los presentes trataron de ayudar al dictador, pero no consiguieron abrirse camino.
Sin que sea posible de comprobar, puesto que las fuentes presentan distintas versiones, Marco Bruto fue uno de los últimos en acuchillar a César, con una herida en la ingle. A él se habría dirigido supuestamente el dictador para decir sus últimas famosas palabras: « Tú también hijo mío ». Con 23 cortes y puñaladas en su cuerpo (aunque solo una realmente mortal), Julio César se cubrió la cabeza con su túnica púrpura en un último esfuerzo por mantener la dignidad y cayó desplomado junto al pedestal de la estatua de Pompeyo , su otrora máximo rival.
El momento cumbre del funeral llegó cuando Antonio leyó a viva voz el testamento de César, que incluía la donación de unos amplios jardines junto al Tíber al pueblo de Roma y un regalo en metálico a todos los ciudadanos. Después del anuncio se produjeron disturbios y ataques contra las viviendas de los conspiradores. Ahora sí, el pueblo de Roma se había convencido de que no se celebraba la muerte de un tirano. Paradójicamente, el leal seguidor del dictador Helvio Cinna fue asesinado ese día por la turba que le confundió con uno de los conspiradores, Cornelio Cinna .
Desde que se hizo público el testamento, el sobrino nieto de Julio César, Octavio, de 18 años, asumió el papel de hijo adoptivo del dictador y cambió su nombre por el de Cayo Julio César Octavio. Al principio, combatió junto al Senado y varios de los conspiradores contra Antonio, que no tardó en atraer a su bando a las legiones que todavía eran fieles a la memoria de Julio César. No en vano, Cayo Julio César Octavio –el futuro Emperador Augusto – terminó uniéndose a Antonio y a Lépido, otro de los fieles de Julio César, para formar el Segundo Triunvirato y dar caza a los asesinos de los idus de marzo.
En el plazo de tres años, prácticamente todos los conspiradores fueron ajusticiados, sin que observaran para entonces ni la más leve sombra de la famosa clemencia del tirano al que tanto se habían afanado en eliminar.