«Dark», la nueva serie de Netflix que TENÉS que ver
Dark, la serie de origen alemán que se estrenó el primero de diciembre en Netflix,comienza con una cita de Einstein sobre la ilusión de la linealidad del tiempo: para la física pasado, presente y futuro coexisten. Apenas segundos después, un narrador en off repite la idea como para dejar en claro que es importante porque, en efecto, a pesar de su ambiente casi rural y de sus dramas familiares, esta serie es un relato de viajes temporales.
Muchas reseñas señalaron similitudes con Stranger Things porque, por un tiempo, cualquier relato con un elemento fantástico en el desaparezca un adolescente va a ser juzgado en relación a Stranger Things. Lo cierto es que Dark tiene, en su obviamente oscuro tono general, en su fotografía impresionista que nos muestra el mundo como visto desde un vidrio empañado y en su ritmo narrativo viscoso, mucho más en común con la opacidad de otros programas europeos como Les Revenants (la extraordinaria serie francesa en la que los muertos regresaban para convivir con sus familias) que con el éxito estridente de los hermanos Duffer.
Como Les Revenants, este relato ominoso sigue a varias familias (y muchos personajes) que fueron afectadas por un evento extraordinario que transformó sus vidas: en este caso, la desaparición nunca explicada de varios chicos en un bosque cercano a una planta nuclear. De entrada se dice que lo importante no es dónde están los chicos perdidos, sino cuándo. Tantas veces, de hecho, que casi obliga a preguntarse si todo ese énfasis no será para crear la ilusión de que hay desplazamientos temporales cuando, en verdad, la explicación es mucho más pedestre, hasta que se muestra a uno de los personajes desaparecidos 33 años en el pasado.
La repetida cita de Einstein funciona no sólo como una anticipación del contenido del programa, sino también de su forma: el relato presenta simultáneamente hechos transcurridos en 1953, 1986 y 2019 y los vínculos entre esos períodos. Esto genera el mayor desafío que impone Dark a sus espectadores: los personajes se ven multiplicados por tres (tres momentos distintos de sus vidas) en un relato coral a veces difícil de seguir. Pero la serie sabe cómo capitalizar esto, ya que varios de sus misterios operan sobre la imposibilidad de recordar todo lo que se nos mostró sobre cada personaje.
El tema específico de la ficción es un problema lógico-filosófico, acaso el dilema más importante del viajero temporal: qué pasa con el libre albedrío una vez que se hace posible ir al pasado y, en consecuencia, alterar el porvenir ¿Se puede cambiar el pasado? Esta pregunta se vuelve particularmente relevante en un programa originado en Alemania, una sociedad marcada, con razón, por la culpa derivada de los horrores del nazismo. Dark ensaya una respuesta, aunque no muy alentadora.
Muchas veces, en cualquier relato, sentimos que las acciones de los personajes no son las que naturalmente tendrían sino que son forzadas por la conveniencia de la narración. Aquí, ese problema está astutamente hilvanado en la trama. La respuesta al problema de libre albedrío es que no existe: nuestras decisiones son parte de una trama inmodificable. En consecuencia, si a veces los personajes parecen seguir rígidamente un guión más que a su propio deseo es, también, porque el programa nos dice que esa es la naturaleza del mundo. Aquel horror que acecha en el pasado siempre estará allí y en cualquier momento puede regresar.