Consumir una lata de sardinas a la semana previene la diabetes según un estudio
Las sardinas se han convertido en un alimento propio del verano, recordado por su olor en las brasas de San Juan o ese espeto que cubre con su aroma los paseos marítimos. Sin embargo, cuando llegan los tiempos de frío su consumo disminuye, teniendo que recurrir a las latas de sardina. Una opción que para nada es una mala idea, ya que sigue aportando su gran fuente vitaminas (B12, A, D) y calcio, entre otros. Unos beneficios que ahora han descubierto que puede prevenir la diabetes tipo 2.
Una investigación liderada por el Hospital Clínic de Barcelona ha introducido en la dieta de pacientes mayores de 65 años con prediabetes (niveles de glucemia en ayunas entre 100-124 mg/dl) dos latas de sardinas en aceite de oliva a la semana. Tras monitorizar a un grupo que siguió esta pauta dietética y a otro que no, los resultados confirmaron que la ingesta había protegido a los primeros de desarrollar la enfermedad.
La clave se encuentra en las importantes cantidades de vitaminas B12, A y D, selenio, yodo, fósforo o taurina. Sin desdeñar por supuesto los ácidos grasos omega 3, grandes protectores del sistema cardiovascular. De hecho, la sardina se encuentra en el podio de los pescados azules más grasos, junto al salmón y la caballa. Esto permite mantener unos niveles correctos de colesterol.
El calcio es otro de sus nutrientes fundamentales, de ahí que la pauta médica en el citado estudio fuese comer cada sardina con su esqueleto, donde reside este nutriente.
El estudio se realizó con el cálculo de 200 gramos semanales de sardinas en lata: más o menos dos unidades teniendo en cuenta que cada lata ronda los 120 gramos y cuentan con una media de 12 a 15 piezas. Su efecto inhibidor de la diabetes se complementó con otros beneficios: los pacientes aumentaron sus índices de colesterol bueno (HDL) y de las hormonas vinculadas al metabolismo de la glucosa y disminuyeron los triglicéridos y la presión arterial, entre otros parámetros.
Las sardinas, ¿mejor frescas o en lata?
Aunque la sardina fresca se puede encontrar todo el año, entre los meses de julio y noviembre son más abundantes, tienen mejores cualidades organolépticas y un contenido en grasa más elevado.
Lo bueno de su versión en lata es la comodidad de ahorrarse el preparado, al tiempo que es asequible: económica y fácil de encontrar en el supermercado.
El envasado en lata permite que las sardinas mantengan una parte importante de sus nutrientes. El material es normalmente aluminio, si bien se ha alertado sobre el riesgo de que estén revestidas con bisfenol A, una sustancia considerada perjudicial para la salud, ya que puede aumentar el riesgo de sufrir patologías como la disfunción sexual.