Conocé Monowi: La ciudad que tiene tan solo un habitante
Elsie Eiler es la única habitante de Monowi, (Nebraska, EE.UU.), considerada una de las localidades menos pobladas del mundo. Consta de una calle, una biblioteca, una iglesia y varios edificios abandonados, además de un bar que Elier administra desde 1971. Sin olvidar que asume el papel de alcaldesa y contadora, lo que significa que otorga licencias al licor y a los cigarrillos que ella misma vende y recauda sus propios impuestos.
«Estoy feliz aquí. Crecí aquí, estoy acostumbrada a esto y sé lo que quiero. Es difícil cambiar después de tantos años», afirma Eiler.
Fundada en 1902, la ciudad, de menos de un kilómetro cuadrado, alcanzó su pico de población en la década de 1930 con 150 habitantes, antes de que los residentes más jóvenes decidieran mudarse a lugares más grandes de estados como Kansas, Oklahoma y Nebraska
Durante el censo del año 2000, la aldea tenía una población total de dos personas: Elsie y su esposo Rudy. Tras su muerte en 2004, el hombre dejó a su esposa como única residente local.
Alcaldesa de un pueblo fantasma
La vida de Elsie como la única habitante de un pueblo fantasma es verdaderamente singular.
Cada año, cuelga un aviso en el único negocio de Monowi (su bar) anunciando elecciones para alcalde, y luego vota por ella misma. Se le exige que presente un plan municipal cada año para obtener fondos estatales, y luego recauda anualmente alrededor de USD $500 en impuestos para mantener encendidas las tres farolas del pueblo y el agua fluyendo.
«Cuando solicito al estado mis licencias de licor y tabaco cada año, las envían a la secretaria del pueblo, que soy yo», explica. «Entonces, los recibo como secretaria, los firmo como empleada y me los entrego como la dueña del bar«.
También realiza un seguimiento de la lista de lotes residenciales vacíos, en caso de que alguien quiera mudarse a uno de los deteriorados edificios y duplicar la población del pueblo.
Los buenos tiempos de Monowi
En la década de 1930, Monowi era una animada parada en el ferrocarril de Elkhorn y hogar de 150 personas, tiendas de comida, restaurantes e incluso una prisión.
Elsie creció en una granja a 400 metros de la ciudad y conoció a Rudy en la escuela de Monowi, cuando cursaba la primaria.
Los dos tomaban juntos el autobús a la escuela secundaria más cercana, a 11 kilómetros de distancia, hasta que Rudy se alistó en la Fuerza Aérea de los EE.UU.
Mientras Rudy sirvió en Francia durante la Guerra de Corea, Elsie se fue a Kansas para vivir su propia aventura. «Fui a trabajar para una aerolínea con el sueño de convertirme en azafata», dice.
Regresó a casa para casarse con Rudy a los 19 años y criar a dos hijos. Cuando Rudy, que había estado trabajando en el elevador de granos y entregando combustible a las gasolineras, tuvo la idea de arreglar la antigua taberna que una vez había pertenecido al padre de Elsie, ella le dijo: «por mí está bien».
La pareja inauguró la taberna en 1971.
El gran éxodo
En el momento en que la taberna Monowi reabrió, sin embargo, Monowi ya había empezado a cerrar. A medida que las condiciones de la agricultura empeoraron y las economías rurales colapsaron a lo largo de las Grandes Llanuras después de la Segunda Guerra Mundial, comunidades enteras en el corazón de los EE.UU. comenzaron a desaparecer.
El último funeral celebrado en la iglesia de madera de Monowi fue para el padre de Elsie, en 1960. Luego la oficina de correos y la última de las tres tiendas cerraron entre 1967 y 1970, seguidas por la escuela en 1974.
Los dos hijos de Elsie se mudaron en busca de trabajo a mediados de la década de 1970, y en 1980 la población del pueblo había bajado a 18. Veinte años después, los únicos dos habitantes de Monowi, Rudy y Elsie, trabajaban en la taberna.
Hoy, Monowi es una de las tres ciudades en el condado de Boyd, Nebraska, que tiene menos de 10 residentes.
La biblioteca de Rudy
En realidad, hay otro edificio público en Monowi, además de la taberna, y está a pocos pasos de la casa y el bar de Elsie: la biblioteca de Rudy.
Cuando no estaba arando campos o sirviendo bebidas, el esposo de Elsie era un lector prolífico. Justo antes de su fallecimiento en 2004, Rudy le confió que su último deseo era convertir su colección privada de libros en una biblioteca pública.
Rudy ordenó un cobertizo de 30 metros cuadrados y guardó sus 5.000 libros y revistas, pero murió antes de poder completar el proyecto. Unos meses más tarde, sus hijos cablearon las luces del cobertizo, sus sobrinos construyeron estantes del piso al techo y sus nietos pintaron un letrero hecho a mano que decía «Biblioteca de Rudy».
Hoy, la llave del cobertizo cuelga dentro de la taberna, y cualquiera que quiera ver de todo, desde Goethe hasta los números de la década de 1950 de National Geographic, cuenta con la confianza de Elsie para hacerlo.