Conocé la fascinante historia detrás de la “Respuesta GLOMAR”
A Estados Unidos se lo conoce por muchas cosas, buenas y malas. Pero algunas de las curiosidades y costumbres alrededor de la Casa Blanca no dejan de impresionarnos. Es el caso de la obligación del Gobierno estadounidense de contestar a todas las preguntas que superen las 25.000 firmas (incluso las recibidas a través de plataformas digitales como Change.org)
Esta actuación obliga realmente a la Administración a proporcionar una respuesta sobre las cuestiones que se le planteen, sean cuales sean, y es más… debe hacerlo en un plazo inferior a 30 días. Este compromiso de proporcionar información pública está muy arraigado en el Derecho norteamericano y tiene sus orígenes más inmediatos en el Acta de Libertad de Información (Freedom of Information Act) redactada a mediados de la década de los años ’60 y que implantó la obligación de proporcionar información federal a todos los miembros de los Estados Unidos que así lo pidieran.
Por supuesto, y más si se trata de Estados Unidos, esta obligación de ofrecer información cierta a las cuestiones planteadas públicamente que implantó la FOIA tiene muchas lagunas, excepciones y subterfugios legales que, durante décadas han causado incontables quebraderos de cabeza a numerosas agencias, como la CIA o la NSA, cuya labor es precisamente la contraria: Guardar secretos…
“Neither confirm nor deny”
A lo largo de la historia del periodismo norteamericano, han sido varios los medios que en algún momento de su trayectoria han recibido la curiosa y casi inentendible respuesta “No podemos confirmar ni desmentir la existencia de dicha información…” ante alguna de sus preguntas. Y todos debieron aprender en su momento qué significa una “Glomar response”.
Y para comprender su origen, lo que viene a partir de ahora nos obliga a trasladarnos a los intrincados años de la Guerra Fría para descubrir una de las operaciones más caras y secretas de toda la historia del espionaje… El proyecto Azorian.
En 1968 las autoridades marinas de Estados Unidos detectaron una alta e inusual actividad de efectivos rusos en el Pacífico. Numerosos aviones, barcos y submarinos soviéticos se concentraban a unos 2000 kilómetros de las islas Hawaii haciendo saltar todas las alarmas de la Marina norteamericana.
No parecía que estuviesen preparando un ataque, sus movimientos parecían indicar que estaban buscando algo… Estaban peinando toda la zona y de repente todo parecía claro: habían perdido un submarino.
Lo que estaba ocurriendo, al más puro estilo “A la caza del octubre rojo”, es que los mandos soviéticos habían desplegado todo un operativo de búsqueda de uno de sus más modernos submarinos GOLF II Clase SSB: El K-129 se había hundido, pero al parecer, no sabían exactamente dónde…
En paralelo, y observando la posibilidad que se les abría ante ellos, los americanos comenzaron a preparar su propia misión de búsqueda. El rescate de aquel submarino ruso podría darles mucha información sobre claves y datos secretos, por no mencionar lo que podía significar recuperar los misiles nucleares SS-N-5 SERB que el navío llevaba a bordo.
No pasó mucho tiempo hasta que el USS Halibut (SSGN-587) localizó los restos del submarino soviético a una distancia de unas 1600 millas de Pearl Harbor. El problema era por supuesto era la profundidad: casi 5000 metros… Jamás se había intentado recuperar algo a esa profundidad. Era casi impensable una operación de salvataje, pero qué narices, estamos en los años de la Guerra Fría y el dinero para operaciones militares secretas no supondría un obstáculo: Había que recuperar el K-129 costase lo que costase.
Sin embargo, era fundamental organizar todo este operativo en total secreto para conseguir que los soviéticos no supieran que los americanos habían conseguido el submarino, sus claves e información de inteligencia y sus cabezas nucleares… Necesitaban además una misión de distracción que ocultara los verdaderos propósitos militares.
La historia sigue mejorando por momentos y es aquí donde entra el extravagante multimillonario, dueño de la Pan Am Trans World Airlines (TWA), Howard Hughes…
La tapadera ideal para cubrir las labores de salvataje era hacerlas pasar por minería comercial. El Presidente Nixon encargó a la CIA toda la operación que consistiría en el desarrollo y construcción de un barco, encargado a una empresa de Hughes, la Global Marine Development Inc, que simularía trabajos de minería submarina para extraer manganeso…
Evidentemente tardaron varios años en construir un barco oceanográfico de estas increíbles características (debía realizar todo un record de profundidad para el rescate del submarino), pero en 1974 el USNS Hughes Global Marine Explorer (T-AG-193) estaba listo para la acción…
USNS Global Marine Explorer… Global Marine… GloMar… Nos vamos acercando.
El rescate fue simplemente alucinante: el Glomar Explorer iba dotado con una enorme pinza mecánica que debía enganchar el submarino e izarlo hasta la superficie.
Los datos del salvataje siguen siendo muy confusos pero parece confirmado que el pecio soviético se partió por la mitad al ser izado y los norteamericanos tan solo pudieron recuperar una parte del submarino. En la actualidad unos consideran que la operación fue un fracaso puesto que la grua (a la que llamaban “Clementine”) fallara y dejara caer nuevamente una sección del submarino cuando ya estaba a un tercio de camino de la superficie.
Otros creen que fue un verdadero éxito de ingeniería poder levantar aquella mole del fondo del mar, aunque fuese solo la mitad, y recuperar dos misiles, una (desconocida) cantidad de información secreta rusa… y los cuerpos de seis tripulantes soviéticos cuya historia también merecería ser contada ya que, debido a lo delicado de la operación, fueron enterrados con honores, pero en secreto y sin que sus familias en Rusia tuvieran una respuesta sobre su paradero durante décadas…
Pero estamos en 1974 y el Presidente Nixon tiene los días contados. Nuestra historia, aún secreta y desconocida por el público de la época, va a dar un nuevo giro…
El escándalo Watergate llevó a la dimisión del responsable de la Casa Blanca y la opinión pública empezó a exigir más transparencia en las actuaciones públicas: comenzaba a fraguarse la actual FOIA que, aunque fue aprobada en 1966, en este mismo año 1974 incorporaría una enmienda que incorporaba la obligación efectiva y real de contestar de forma veraz y responsable a las cuestiones realizadas a las autoridades federales.
Volvemos a dar un pequeño salto en nuestro relato para conocer a Seymour Hersh, un redactor del New York Times que precisamente en ese año 1974 se encontró con algunos detalles de la operación Azorian. El proyecto supersecreto del GloMar Explorer, su tapadera y su misión de rescate se había filtrado a la prensa y el mismísimo director de la CIA, William Colby, tuvo que ponerse en contacto con el periodista y con el NYT obligando a retrasar la publicación del artículo hasta que las labores del Explorer hubieran finalizado…
Para 1975, ya nadie podía esperar más… Al New York Times se unía el Los Angeles Times y otros periódicos, impacientes por publicar, comenzaban a exigir respuestas sobre la operación.
La CIA se encontraba ante un grave problema. Por un lado, la enmienda de 1974 del Act of Freedom les obligaba a dar una respuesta pública y veraz a las cada vez más numerosas preguntas. Por otro lado, revelar cualquier detalle de la operación dejaría sin efecto todo el trabajo secreto de los últimos años y pondría en una situación muy incómoda a Estados Unidos frente a los soviéticos…
Tenían que hablar, no podían mentir pero tampoco revelar ningún secreto de Estado… Ay, el eterno dilema…
Fue entonces cuando surgió una de las reuniones más inquietantes, influyentes y secretas de los últimos años. La CIA escogió a varios de sus expertos, los metió en una habitación y les propuso el reto de redactar una respuesta que no fuera falsa pero que no revelara ningún dato… En otras palabras: Contestar, sin mentir y sin comprometer la seguridad del Estado.
El producto de aquella reunión se conoce como “Glomar Response” y en su redacción original dice, literalmente, lo siguiente:
“We can neither confirm nor deny the existence (or not existence) of the information requested but, hypothetically, if such data were to exist, the subject matter would be classified, and could not be disclosed”
(“No podemos confirmar ni desmentir la existencia (o no existencia) de la información requerida pero, hipotéticamente, si dichos datos existieran, el objeto de esa materia está clasificado y no puede ser revelado”)
Fue la primera vez que se utilizó esta fórmula de respuesta y… ¿Sabén cuánto duró aquella reunión de la CIA que la redactó?… ¡30 minutos! En aquella escasa media hora, los expertos redactaron una de las mayores torturas que han tenido jamás periodistas, abogados y ciudadanos de todo el mundo.
Pero si estáis pensando que aquella primera Glomar Response dejó insatisfechos (y previsiblemente mosqueados) a todos los periodistas presentes en aquella conferencia de prensa de 1975… están en lo cierto. La Glomal Response fue llevada a los Tribunales por considerarla una infracción de la FOIA, pero los jueces la ratificaron como válida argumentando que en ocasiones y frente a determinadas materias sujetas a secreto oficial, la seguridad del Estados prevalece sobre el Act of Freedom.
Lo increíble es que esa respuesta tipo de la CIA se hizo tan popular que comenzó a ser utilizada por otras administraciones… Hacienda, Administraciones Públicas, Asuntos Exteriores, Sanidad. Incluso llegó a otros países que también la adoptaron y la han utilizado hasta convertirla en una respuesta tipo para preguntas incómodas.
Casi 40 años después podéis encontrarla en infinidad de situaciones. Se ha utilizado en el Cine, en la televisión y las series, incluso muchos famosos se la conocen casi de memoria para hacer frente a la prensa rosa y los rumores sobre su vida… Sin saber, probablemente, la fascinante historia que tiene detrás.
En 2010 el Gobierno de Estados Unidos desclasificó algunas partes de la operación Azorian, aunque muchos detalles aún hoy continúan siendo secretos…