Qué tan cierto es que no existen dos copos de nieve iguales
La mayoría de las personas escuchó en algún momento de sus vidas el dicho popular: “no hay dos copos de nieve idénticos”. Pero con incontables e infinitos fragmentos producidos en cada precipitación, ¿podría esta afirmación ser cierta?
Según el químico y experto en cristales Jason Benedict de la Universidad de Buffalo en Nueva York, la respuesta sorprendentemente es sí.
Sucede que los copos de nieve están formados por toneladas de moléculas de agua que se han unido entre sí, generalmente se forman alrededor de un punto central de polvo o suciedad. Los científicos denominan este proceso “nucleación”.
“Hay un pequeño y extraño objeto microscópico”, explicó Benedict a The Washington Post, “que le permite a las moléculas de agua sujetarse de algo”.
Los copos de nieve son intrigantes. Su forma fundamental se deriva de la disposición de las moléculas de agua en el cristal de hielo. Cuando un líquido se congela, las moléculas tienden a asentarse en el estado de menor energía, y eso casi siempre implica alguna forma de simetría.
Los cristales de nieve no son gotas de lluvia congeladas; ya que eso sería técnicamente aguanieve. Un cristal de nieve aparece cuando el vapor de agua en el aire se convierte directamente en hielo sin convertirse primero en agua líquida. A medida que se condensa más vapor de agua en un cristal de nieve naciente, crece y se desarrolla, y es entonces cuando emergen sus patrones ornamentados.
Se pueden observar en una variedad aparentemente interminable de formas y tamaños. Algunos son simples, pero otros son mucho más complejos en su forma. Hay copos de nieve que tienen patrones y diseños admirablemente intrincados.
Debido a su exposición a diferentes condiciones atmosféricas, se ha llegado a afirmar que todos los copos de nieve son únicos, aunque esto no ha podido ser comprobado fehacientemente.
La forma que toman estos cristales de hielo a medida que se forman dependerá de muchos factores como la temperatura, la humedad, la presión del aire, que cambian constantemente a medida que soplan los vientos. Esto hace que la probabilidad de que cada molécula de agua en ese copo de nieve se asiente exactamente en el mismo lugar que otra sea extremadamente improbable. “Simplemente no va a suceder”, enfatizó el químico.
La temperatura es el factor decisivo para determinar qué tipo de utilidad se le puede dar a la nieve. De acuerdo al investigador, “la nieve ligera y esponjosa, que es ideal para esquiar, hacer snowboard y andar en trineo, generalmente es producto de temperaturas muy frías, porque todas las moléculas de agua se han congelado”. En consecuencia, “las temperaturas más cálidas producen nieve que todavía tiene muchas moléculas de agua líquida, creando un ‘país de las maravillas invernal húmedo y pegajoso’ que permite por ejemplo construir increíbles bolas, muñecos y fuertes de nieve”, ejemplificó Benedict.
Los cristales son una gran parte de nuestra vida diaria. No solo son la base de cosas como la nieve, el azúcar y la sal, sino que Benedict sostiene que “los cristales son además componentes importantes de las computadoras, los paneles solares y la medicina”.