14 de enero de 1601: El día que a la Iglesia se le dio por quemar libros
Si te interesa el comportamiento de los humanos que han vivido antes que tú en la Tierra, una de las cosas que más te sorprenderán es lo poco que hemos cambiado y lo poquísimo que hemos aprendido en los años que llevamos siendo capaces de anotar nuestras vivencias.
Una de las cosas que más nos gusta es la intolerancia hacia los que ven el mundo de una forma distinta a nosotros, en los sistemas ideológicos que conocemos como “religiones”. Y una forma muy tradicional de demostrar nuestro desacuerdo siempre ha sido quemar los libros que lleven palabras que choquen con nuestra visión del mundo. Eso cuando no hemos quemado también a los autores, claro.
Un 14 de enero de 1601 la iglesia de Roma decidió que la incineración era el mejor método para demostrar a los judíos que se equivocaban al no considerar a Jesucristo como el hombre que tenía que abrir las puertas del cielo a la humanidad. Ese día quemaron todos los libros en hebreo que encontraron en la ciudad “santa”.
Pero la proscripción de la literatura judía comenzó mucho antes, en el siglo XIII, como un derivado de la decisión de 1199, por la que el Papa Inocencio III advirtió a los legos que las Escrituras debían quedar bajo interpretación exclusiva del clero.
En el 1236, el apóstata Nicolás Donin envió desde París un memorandum al Papa Gregorio IX, en el que formulaba treinta y cinco cargos contra el Talmud (que era blasfemo, antieclesiástico, etc). El papa terminó por enviar un resumen de las acusaciones a los eclesiásticos franceses, ordenando que se aprovechara la ausencia de los judíos de sus casas mientras rezaban en las sinagogas, y se confiscara sus libros (3/3/1240). Además se instruía a las Ordenes Dominica y Franciscana en París que “hicieran quemar en la hoguera los libros en los que se encuentraran errores” de corte doctrinario. Indicaciones similares se enviaron a los reyes de Francia, Inglaterra, Espana y Portugal.
Recordemos que el Talmud no empezó a traducirse hasta el siglo pasado, y que su idioma original, el arameo, era conocido sólo por los judíos o los estudiosos del tema. Por ello cuando el hebraísta cristiano Andrea Masio repudió las censuras y quemas de libros judíos, adujo que una condena cardenalicia sobre esos libros era tan válida como la opinión de un ciego sobre diversos colores.
Como consecuencia de la circular de Gregorio IX, también se llevó a cabo la primera disputa religiosa pública entre judíos y cristianos, en París, entre el 25 y el 27 junio del 1240. El Rabí Iejiel que debió defender públicamente al Talmud, no logró evitar que un comité inquisitorial lo condenara. En junio de 1242, miles de volúmenes fueron quemados públicamente.
La práctica fue convirtiéndose en norma, y muchos papas posteriores promovieron la quema del Talmud. Otra disputa famosa se efectuó en Barcelona en el 1263, después de la cual Jaime I de Aragón ordenó a los judíos borrar del Talmud referencias supuestamente anticristianas, so pena de quemar sus libros. También la disputa de Tortosa (1413) concluyó restringidendo los estudios de los judíos de Aragón.Advertisements
Un nuevo ímpetu se dio a las prohibiciones de libros judíos en 1431 cuando en el Concilio de Basilea, la bula del papa Eugenio IV directamente prohibió a los judíos el estudio del Talmud.
Los ataques contra el Talmud se extremaron durante el período de la Contrarreforma en Italia, a mediados del siglo XVI. En agosto de 1553 el papa designó al Talmud “blasfemia” y lo condenó a la hoguera junto con otras fuentes de sabiduría rabínica. El día de Rosh Hashaná de ese ano (5 de septiembre) se construyó una una pira gigantesca en Campo de Fiori en Roma, los libros judíos se secuestraron de las casas mientras los judíos rezaban en las sinagogas, y se quemaron públicamente miles de ejemplares.
Por orden inquisitorial, el procedimiento se repitió en los Estados papales, en Bolonia, Ravena, Ferrara, Mantua, Urbino, Florencia, Venecia y Cremona.
Unos años después Pío IV levantó la prohibición del Talmud (1564) pero la frecuente confiscación de libros judíos continuó hasta el siglo XVIII. El Talmud fue probablemente el libro más vilipendiado de la historia humana. A fin de escribir su tratado de dos mil páginas Endecktes Judemthum (El judaísmo desenmascarado) de 1699, Johannes Eisenmenger pasó veinte anos estudiando en una ieshivá (academia de estudios talmúdicos), tan profundo era su odio por un libro que mantenía al judaísmo viviente.
Como vimos, el 14 de ENERO de 1601 se produjo la quema de libros hebreos en la Plaza San Pedro en Roma, por orden del Papa Clemente VIII. Curiosamente ese mismo día, pero 387 años después, centenares de musulmanes se reunieron en Bradford, en el Reino Unido, para quemar centenares de ejemplares de la novela “Los versículos satánicos”, de Salman Rushdie. El libro daba su propia versión de cómo debía haber sido Mahoma y la fundación de la religión islámica. Los musulmanes también consideraron que la mejor solución sería quemar el libro. Con el agravante de que tuvieron que comprarlo primero, claro.
No porque algo esté escrito tiene que ser cierto, pero la mejor forma de demostrar que no lo es sigue siendo rebatirlo con palabras, no con llamas.