9 de agosto: ¡Feliz Día del Amante de los Libros!
Hay gente cuya pasión por los libros solo conoce los límites que el espacio y el dinero les imponen. Muchos bibliófilos o bibliómanos han dedicado su vida a una biblioteca privada.
El Día Mundial del Amante de los Libros es algo así como el Halloween de los bibliófilos. Como dicha fiesta del terror que se celebra el 31 de octubre, esta jornada de celebración de la lectura en papel también ha sido importada de Estados Unidos.
Desde hace unos años, cada 9 de agosto los amantes del libro se vuelcan en esta oda a su pasión durante 24 horas. Y, aunque amen el papel por encima de todas las cosas, eso no quiere decir que la fecha no encuentre también su hueco en internet. No hay más que ver la actividad que generan en Twitter los hashtags #díamundialamantesdeloslibros, #bookloversday y #BuchlieberTag.
Bibliotecas antiguas
Durante la excavación de los restos del muro romano descubierto en una obra en la ciudad alemana de Colonia, los arqueólogos se sorprendieron de encontrar unos extraños nichos en las paredes. De manera totalmente inesperada habían dado con una antigua biblioteca.
El edificio habría tenido dos plantas y entre siete y nueve metros de altura. Los arqueólogos sospechan que el ábside del edificio (un espacio semicircular con techo abovedado) habría tenido una estatua de Minerva, diosa de la sabiduría y guardiana del conocimiento.
Bibliofilia
Bibliófilo, término que define a la persona que profesa una devoción por los libros, viene de las palabras griegas «biblion» y «phili», que significan respectivamente libro y amor. La bibliofilia llevada a su expresión más extrema (lo que también se conoce como bibliomanía) no se conforma con cualquier libro, y no necesariamente tiene un interés particular en el contenido, sino que persigue volúmenes costosos o ejemplares únicos. Esta pasión existe desde que existen los libros. En la antigüedad, el político y filósofo Cicerón, un apasionado de la escritura y la lectura, escribió: «Si tienes un jardín y una biblioteca, no necesitas nada más».
Otra máxima de la veneración hacia los libros la escribió el humanista medieval británico Richard Aungerville en su obra Filobiblión: «Los libros son la verdadera riqueza del mundo, un regalo divino del cual uno nunca tiene suficiente». Hay quien hasta el día de hoy sigue tomándose esto al pie de la letra.
La mayor estantería de libros del mundo
John W. Benham, de Avoca (Indiana, Estados Unidos, tiene según el Libro Guinness de los récords la mayor colección privada de libros del mundo: más de 1,5 millones de tomos. ¿Dónde guarda tantos libros? En un garaje de dos plantas y bajo unas lonas que ha instalado en su jardín.
Cazador de autógrafos
Según el Libro Guinness de los récords, el pastor californiano Richard Warrn tiene la mayor colección de libros firmados por sus autores. Son un total de 2.381 ejemplares con sus autógrafos, de enorme valor personal.
El bibliómano más casero
Tras la revolución de febrero de 1848, el conde Raoul Leonor Lignerolles se retiró de la sociedad parisina para dedicarse a su colección privada de libros, lejos del público. Una de sus residencias de París estaba dedicada exclusivamente a alojar su biblioteca.
Lo más particular de la historia de Lignerolles es que mantuvo su pasión en secreto. Hacía acopio de más y más libros solo para acumularlos y esconderlos. Si le preguntaban por determinadas obras, negaba estar en posesión de ellas. Se cuenta que rechazó una oferta de combra de más de dos millones de francos. Tras su muerte, su tesoro literario fue vendido por 1,1 millones de francos.
«Bibliocleptomanía»
Esta es la versión patológica de la bibliofilia. Uno de los casos más conocidos es el del exdirector de la Biblioteca Girolamini, en Nápoles. Marino Massimo De Caro no podía refrenarse y robó entre 2011 y 2012 miles de libros por toda Italia, también en la histórica institución napolitana.
Vendió de manera ilegal volúmenes de Galileo, Copérnico, Kepler y Newton, entre otros. El valor del botín ascendía a tres millones de euros. No fue condenado a prisión, sino a siete años de arresto domiciliario. Suficiente tiempo para leer.
¿Y ha oído hablar de las «bibliopatías»? Caer enfermo por razón de un libro, la destrucción patológica de obras literarias o incluso la «bibliofobia»: el miedo a los libros.