¿Por qué nos cuesta leer durante la cuarentena?
El 20 de marzo, cuando nos enteramos de que íbamos a pasar unas semanas encerrados y sin obligaciones, los lectores armamos una gran pila que simbolizaba nuestro paraíso soñado: silencio universal y tiempo ilimitado disponible para leer todos aquellos libros que esperaban nuestra atención desde hacía tiempo.
Sin embargo, han pasado meses y para muchos de nosotros la pila sólo ha bajado un par de centímetros y nuestro deseado empacho lector no ha sido tal en este tiempo. ¿Por qué?
Sabemos que apagar las noticias de la televisión para perdernos entre las páginas de un buen libro nos sentaría muy bien estos días, pero muchas personas afirman que les está costando más concentrarse en la lectura durante el confinamiento, incluso aunque siempre hayan sido buenos lectores de pronto se encuentran leyendo el mismo párrafo una y otra vez sin lograr comprender nada.
En los setenta días que llevamos encerrados en casa yo misma apenas he leído un par de novelas, una cifra ridícula teniendo en cuenta la cantidad de libros que suelo consumir en condiciones normales. ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué no podemos concentrarnos para leer? ¿Será que la realidad se ha vuelto tan fantástica y distópica que ya no necesitamos más ficción en nuestras vidas?
Las preocupaciones por el panorama económico y las dudas respecto al futuro laboral dificultan nuestra capacidad de concentración hasta el punto de que ni siquiera somos capaces de mantener la atención en la lectura. Si no la interrumpimos para mirar Instagram, lo hacemos para leer las últimas noticias.
Dispersos.
Así es como estamos a la hora de enfrentarnos a una tarea como la lectura. El grado de concentración que requiere choca frontalmente con la pérdida de atención que arrastramos desde hace semanas. Según el psicólogo Ovidio Peñalver esto se debe a que nuestro foco de atención ha cambiado y estamos más pendientes de las noticias que de la tarea que tenemos entre manos. El cerebro se encuentra dividido entre la lectura y todo lo que está sucediendo alrededor.
Ello se debe a que las emociones desempeñan un papel importante a la hora de incrementar nuestro grado de distracción ya que influyen directamente en procesos cognitivos como la memoria o el aprendizaje. En esta línea, un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Malasia lustra que estados emocionales como la frustración, la ansiedad y el aburrimiento dificultan la capacidad de mantener la atención en una sola cosa.
Las preocupaciones que quedan latentes en un segundo plano provocan que la mente rebote de unos pensamiento a otros.
Efecto residuo de atención.
Este fenómeno hace referencia a la pérdida de atención que se produce cuando no mantenemos la concentración sobre un mismo asunto. Según los hallazgos encontrados en la investigación que dio nombre a este proceso, cada vez que cambiamos el foco de atención de un objetivo a otro, queda un residuo del primer objetivo que reduce el rendimiento cognitivo necesario para hacer frente al segundo.
Por ejemplo, si pausamos un momento la lectura para revisar el timeline de Twitter, tardaremos entre 15 y 30 minutos en volver al nivel de concentración anterior.
La razón por la que nos está costando leer es que el pensamiento tiene que estar despejado para poder concentrarse en ciertas actividades como la lectura. Y la atención es vulnerable a influencias provocadas por las emociones, buenas o malas, una alegría grande o una preocupación profunda como la que estamos viviendo ahora: zozobra, ansiedad, tristeza.
Lo que está sucediendo es más que una distracción, es una interferencia emocional. La voluntad quiere leer pero la emoción no quiere. Uno lee pero no se entera de lo que está leyendo.
Y si no se puede leer en el confinamiento, aún parece más difícil concentrarse para escribir.
El escritor Manuel Vilas lo manifestó en Twitter a finales de marzo, cuando apenas contábamos días de aislamiento en casa.
El autor de Ordesa y finalista del Premio Planeta 2019 por Alegría afirma que ha notado que su capacidad de trabajo como escritor «ha disminuído considerablemente» y cree que es debido «a una angustia o a un nerviosismo medioambiental que hace que cualquier labor intelectual resulte dificultosa».
Este argumento estaría en la línea de la respuesta psicológica que apuntaba Varela, pero ¿cuál sería la explicación desde el punto de vista literario?
Vilas responde: «Al no existir la vida social, todo aquello que se hace con miras a que tenga una plasmación social, pierde motivación», continúa el escritor, «la literatura es una plasmación de la vida, al no existir la vida todo lo que podamos decir en los libros cae como en un vacío, en un abismo».
Y sentencia el autor de poemarios como Resurrección, Calor o El hundimiento: «La vida no está entera y al no estar entera la vida, la literatura tiene ese agujero en su corazón».
¿Cómo volver a leer?
1. Leé lo que te dé la gana
No te pongas exquisito y abandona la idea de que deberías aprovechar para leer a los grandes clásicos de la literatura si no es eso lo que te apetece en este momento. Si lo que necesitás es lectura ligera y de evasión, lanzate a ello. Si querés probar con los cómics o la novela gráfica, hacelo sin complejos. Si querés pasar un buen rato con una novela romántica, abrí sus páginas sin pensar. Si lo que te apetece es leer unos cuantos poemas, no te empeñes en leer una novela solo porque es lo que más te suele gustar.
2. Defendé tu espacio
Encontrar tiempo para leer quizá nos resulte más fácil ahora, pero también es importante tener en cuenta el lugar en el que lo hacemos. Si vivimos solos o tenemos una casa grande probablemente no tendremos problemas, pero si compartimos un espacio pequeño con muchas personas, la cosa se complica.
Buscá un lugar tranquilo y cómodo, con buena luz. Asegúrate de tener lejos el móvil: apágalo o ponlo en modo avión si te es posible. Hacé un té o tu bebida favorita, y a disfrutar. Si las personas con las que convivís te interrumpen, defendé tu espacio y pediles unos minutos de silencio y de intimidad.
3. Reordená tu biblioteca
Muchas personas están aprovechando el paréntesis casero para ordenar la casa. No hace falta que te marques un Marie Kondo con la biblioteca. De hecho, es mejor que no lo hagas. Quizá no es el mejor momento para deshacerse de tesoros literarios, sino para redescubrirlos y darles valor. Reordená tus libros siguiendo el criterio que más te guste (por autor, por género, por ¿necesidad emocional?…). Hacerlo te proporcionará un gran placer y, de paso, seguramente descubrirás títulos interesantes que quizá ni siquiera recordabas que tenías.
4. Leé en voz alta
Los beneficios de la lectura en voz alta son numerosos, pero en estos días de distancia social se multiplican. Leer en familia es una actividad divertida y que nos ayuda a mantener vínculos emocionales sanos, y además, en estos días es una fórmula segura para mantener la concentración. Si estás solo en casa podés leerte a vos mismo, o hacer una videollamada con algún amigo letraherido con el que puedas compartir este hábito.
5. Llevá un diario de tus lecturas de confinamiento
Una idea para mantener la motivación alta puede ser dedicarnos a anotar nuestras impresiones y sentimientos acerca de los libros que leemos durante este período tan excepcional. Será interesante volver sobre esas notas dentro de un tiempo para comprender mejor lo que estamos viviendo y recordar a los autores y a las palabras que nos ayudaron a transitarlo.
6. Releé
Hacé una lista de tus libros favoritos, escogiendo por ejemplo una obra significativa de cada etapa de la vida, y marcate el reto de volver a leerlos ahora. Releer autores que nos hicieron disfrutar en el pasado puede ser un proceso parecido al de reencontrarse con antiguos amigos, y también es interesante observar qué aspectos de los libros en los que quizá no habíamos reparado nos llaman la atención en este preciso momento.
7. Preguntá a tu librero
Los libreros son los especialistas a los que podemos acudir cuando nos bloqueamos y no sabemos con qué libro continuar. Este es el mejor momento para preguntarles y de paso, apoyarles.