2 de febrero de 1947: Descubren los Guerreros de Terracota
El 2 de febrero de 1974 unos campesinos descubrieron en Xian (China) los Guerreros de Terracota del emperador Qin Shi Huang. El hallazgo fue fruto del azar, cuando los agricultores buscaban agua en el subsuelo. En las fosas se hallaron la esculturas de 8.000 soldados, 520 caballos, 150 animales y 130 carros.
Pese a la importancia posterior de esta exploración arqueológica, al principio pasó desapercibida. Pasaron unos meses hasta que el investigador Zhao Kangmin comenzó a interesarse por lo que aquellos agricultores habían encontrado en esa fosa. En 1980 salieron a la luz los primeros carros de bronce, tirados por cuatro caballos y conducidos por un soldado imperial.
Este complejo funerario está formado por tres fosas donde fueron apareciendo los guerreros con sus caballos. Las esculturas humanas tienen una altura de 1´80 centímetros y destacan por sus ropajes y rasgos faciales, que permiten saber qué rango tenían en el ejército y a qué etnia pertenecían. Lo que más sorprendió a los científicos fue el alto grado de conservación de las piezas. La explicación está en las especiales características del suelo de Xian donde fueron enterradas.
¿Quién fue Qin Shi Huang?
Qin Shi Huang que vivió en la segunda mitad del siglo III a.C., fue el primer emperador —autoproclamado— de la dinastía Qin. Huang consiguió grandes éxitos militares que le sirvieron para acumular un gran poder y dar el decisivo paso para juntar todos los territorios conquistados bajo un mismo estado. Y no solo las diferentes regiones, también decidió unificar los diversos tipos de escritura en uno solo, que ha perdurado hasta nuestros días.
Xian se convirtió en la capital de este vasto imperio, y esta ciudad era el centro neurálgico de la red viaria que conectaba los diferentes distritos. Qin Shi Huang fue también el gobernante que mandó construir los 6.000 kilómetros de la Gran Muralla, una frontera de piedra creada para diferenciar el mundo civilizado de la China imperial del bárbaro de los pueblos del norte. Su obsesión por la inmortalidad llevó a la corte a numerosos alquimistas, y de esa idea surgió el enorme mausoleo funerario de los soldados de terracota.