¿Qué actores murieron durante el rodaje de una película?
Pese a las medidas de seguridad, durante un rodaje pueden darse todo tipo de percances. Algunos, como estos, han resultado letales para los actores.
Sin duda, uno de los casos que más repercusión mediática ha tenido en la historia del cine fue el fallecimiento de Brandon Lee, hijo de Bruce Lee, mientras rodaba la película El cuervo, en 1993. Durante una escena en la que tenía lugar un tiroteo, Lee fue alcanzado en el estómago por los restos de un proyectil, que por error había quedado cargado en un arma que solo debía disparar cartuchos de fogueo. El accidente tuvo lugar a ocho días de terminar la filmación. Esta tuvo que ser completada con dobles y efectos digitales. Tenía veintiocho años.
Una suerte parecida corrió Jon-Erik Hexum, que en 1984 trabajaba en el film Cover Up: le explotó una bala de fogueo en la sien mientras manejaba un revólver.
Martha Mansfield, por su parte, ardió con su vestido de época en 1923 justo después de terminar sus escenas en la película The Warrens of Virginia. Se cree que un fósforo o un cigarrillo pudieron prenderle fuego.
Más escabrosa aún fue la muerte de Vic Morrow, en el rodaje de En los límites de la realidad (1983). En un momento dado, el actor se encontraba en un río, intentando rescatar a dos niños que llevaba con él. Un helicóptero que los perseguía cayó sobre ellos. Las hélices decapitaron a Morrow y a uno de los pequeños. El otro falleció aplastado.
Tyrone Power iba a interpretar el papel de Salomón en la cinta Salomón y la reina de Saba, que se estaba rodando en España y sería estrenada en 1959. Un infarto acabó con él. El actor británico Roy Kinnear también terminó sus días en Madrid, y por idéntica causa. Se encontraba en Toledo rodando El regreso de los mosqueteros, donde interpretaba el papel del criado Planchet. Durante una escena a caballo, se cayó de su montura y se rompió la pelvis. El accidente no fue mortal, pero el actor falleció un día después en el hospital al que había sido trasladado tras sufrir un ataque cardíaco.
FUENTE: Miguel Mañueco – Revista Muy Interesante