‘The Wall’, uno de los discos que nos cambió la vida, cumple 45 años
Batió casi todos los récords de ventas, marcó a una generación y cambió para siempre la historia del rock, tanto dentro de los estudios de grabación como arriba de los escenarios. The Wall, de Pink Floyd, se publicó en noviembre de 1979, y hoy nos proponemos recordar por qué sigue siendo uno de los discos más importantes de la historia del rock.
The Wall fue el undécimo álbum de estudio de Pink Floyd, lanzado el 30 de noviembre de 1979. El álbum fue un éxito comercial, encabezó las listas de Estados Unidos durante 15 semanas y alcanzó el número tres en el Reino Unido. Inicialmente recibió críticas mixtas de los críticos, muchos de los cuales lo encontraron exagerado y pretencioso, pero luego recibió elogios como uno de los mejores álbumes de todos los tiempos.
Desde entonces, las cifras no han hecho más que crecer exponencialmente. Y, sin embargo, el disco fue, en cierto modo, la respuesta de una banda acuciada por la falta de dinero y necesitada de publicar un disco para salir adelante.
El álbum fue principalmente concebido por Roger Waters. Eran los fines de los 70, la banda batallaba con una serie de malas decisiones que los dejó afrontando pérdidas millonarias y Waters intentaba comprender una experiencia negativa durante un concierto, en la que terminó escupiendo a un fanático. Esta experiencia lo llevó a reflexionar sobre la creciente alienación entre la banda y su audiencia.
En efecto, era 1977 y Pink Floyd realizaba la gira In the Flesh. Waters venía sufriendo toda la experiencia, sintiendo que el público no estaba escuchando y que muchos estaban demasiado lejos para ver a la banda. Dijo: «Se convirtió en un evento social en lugar de una relación más controlada y ordinaria entre los músicos y el público». Algunos miembros del público lanzaron petardos, lo que llevó a Waters a dejar de tocar y regañarlos. El 6 de julio de 1977, fecha final en el Estadio Olímpico de Montreal, un grupo de fanáticos ruidosos y emocionados cerca del escenario irritó tanto a Waters que escupió a uno de ellos.
Ese fue el germen que dio origen a The Wall. Allí Waters volcaría las inquietudes que le asaltaban a la hora de gestionar el éxito y las nuevas maneras de público y fans, añadiendo un tamiz de vivencias personales que iban desde la muerte de su padre en combate en la Segunda Guerra Mundial, el estricto entorno educativo en el que creció, y otros traumas y vivencias que son los ladrillos que construyen el muro que da nombre al disco.
La grabación del disco no estuvo exenta de dificultades, principalmente por la necesidad de dotar de consistencia a lo que, en la primera concepción de Roger Waters, era solo una pincelada general, así como por las más que evidentes diferencias que existían entre diversos miembros de la banda. Pese a todo, el trabajo salió adelante y se sobrepuso no solo a ello, sino a la reticencia de gran parte de los ejecutivos de la discográfica de Pink Floyd, que no acababan de ver clara la genialidad de un carísimo y ambicioso doble disco.
El lanzamiento del disco, sin embargo, hizo callar casi todas las bocas. The Wall era (y es) un disco con una instrumentación frondosa y apabullante, y una plétora de efectos, detalles y matices. El cuarto disco conceptual de Pink Floyd sublimaba casi todo lo que se podía esperar de un ejercicio de estas características y, además, gozaba de canciones de inapelable efectividad como Another brick in the wall (Pt.2) o Comfortably Numb.
The Wall se convirtió en un auténtico acontecimiento, además de ser el segundo disco más vendido, detrás de The Dark Side Of The Moon, de un grupo que pasa por ser uno de los que más discos ha vendido en todo el mundo en la historia de la música. El éxito de The Wall, además, ayudaría a encumbrar el ego de Roger Waters y marcaría el comienzo del fin de la banda, cuyas tensiones internas le llevarían a abandonarla en 1985.
Pero antes llegaría un periodo en el que Pink Floyd era un nombre omnipresente a través de las canciones de un disco de espartana portada que, además, daría lugar a una de las giras más ambiciosas que había conocido la música en esa época. Siguiendo el espíritu de ópera rock, el tour de The Wall era un espectáculo lleno de artificiosidad y grandilocuencia, con un muro de doce metros que se iba construyendo conforme iba avanzando la actuación, globos gigantes representando diversas figuras y cuidadas animaciones realizadas ad hoc que se proyectaban a lo largo del espectáculo.
The Wall, además, contaría con un adaptación cinematográfica a cargo del director Alan Parker y que contaría con otro músico Bob Geldof, como protagonista. La película, más una obra de culto que un verdadero éxito, contribuyó a cimentar el estatus de obra de gran calado del disco. A lo largo de los años, Roger Waters, gran arquitecto del proyecto, reviviría su criatura en solitario, ganando dinero a puñados y creando una situación irreconciliable con los demás componentes del grupo.
A pesar de su enorme prestigio cuando se publicó en 1979, el legado del álbum ha seguido creciendo. Sigue siendo uno de los mejores y más completos álbumes conceptuales del rock. Al final, sin embargo, al igual que el muro que el personaje de Waters construyó ladrillo a ladrillo, ‘The Wall’ supuso uno de los últimos ladrillos que terminó de construir el muro entre Waters y sus compañeros de banda. Y efectivamente puso fin a una de las bandas más atrevidas del rock. Pero a cambio, Pink Floyd entregó una obra de impresionante intimidad y profundidad. Todos estos años después, nadie se ha acercado si quiera a hacer algo parecido.«The Wall» sigue siendo uno de los álbumes más influyentes y celebrados en la historia del rock. Su exploración profunda de temas personales y sociales, combinada con su innovadora producción musical y visual, ha dejado una marca indeleble en la música y la cultura popular.4o